Hace unos días que hemos entrado en esta estación.
El otoño nunca ha sido una de mis estaciones favoritas.
A nivel laboral, en un trabajo que tuve durante años, esta época significaba el fin de la jornada intensiva de verano y el comienzo de meses de agobios preparando la campaña de Navidad.
A nivel personal, me resultaba muy melancólico ver como cada vez los días se acortaban más (y encima van y cambian la hora para hacerlos todavía más cortos), y se iba perdiendo la brillante luz del verano.
Significaba la sustitución de las sandalias y esos vestidos tan bonitos que nos encantan en verano, por otras prendas que siempre me han gustado menos. Por un "no saber que me pongo": frío por la mañana temprano, calor a media mañana...
Vamos, que no me gustaba nada de nada.
Pero de un tiempo a esta parte (y sobre todo desde que hice unas vacaciones al Bierzo en esta época) aprendí a valorar todo lo bonito que nos ofrece esta estación.
No hay más que mirar el campo y ver ese sin fin de colores que nos ofrece, desde los tonos tierras a los rojizos más increíbles, una verdadera paleta de colores que nos brinda la naturaleza.
Por otra parte, lo positivo de que ya no hace tantísimo calor como en verano, y los días, aunque sean más cortos, se pueden aprovechar más (Por lo menos aquí en Rota, a las 5 de la tarde en Julio o en Agosto, o vas a la playa o mejor te quedas en casa si no quieres que se te derritan las ideas).
Ahora, se pueden hacer escapadas a la sierra o a visitar algún pueblo cercano, porque ya no hace tanto calor pero tampoco tanto frío como para que nos quedemos hechos un ovillo en el sofá.
En fin, que el otoño no está tan mal ¿No creéis?
Además, para mi este año tiene un nuevo aliciente: Me siento como en mi época de adolescente, cuando empezaba un nuevo curso en el instituto, porque lo cierto es que a pesar de haber pasado ya unos cuantos años, he vuelto a empezar un nuevo curso, pero esta vez en mi escuela de hostelería.
Hasta ahora no os he comentado nada más porque aún estamos empezando el curso. Hasta que no tengamos los uniformes no nos meteremos "en faena" en la cocina, así que de momento, mucha teoría, mucho estudiar inglés y alemán (pufff) y poco más. Ya cuando vaya avanzando el curso iré contando más cosillas.
En fin, que para conmemorar esta nueva estación, he hecho un bizcocho y lo he adornado con unas hojas de chocolate.
Esto es a primera vista lo que más llama la atención, y podéis decir : Que difícil!!!
Pues es un error: DE DIFÍCIL, NADA DE NADA.
Es pan comido.
Ya veréis en la explicación, como algo tan vistoso, resulta de lo más sencillo.
Respecto al bizcocho, deciros que es del tipo que llaman "bizcocho pesado".
No quiero decir que resulte pesado de comer, que va. Está muy rico y sienta fenomenal.
Los bizcochos se pueden clasificar en dos tipos:
LIGEROS: Los que están hechos fundamentalmente de harina, maicena, huevos y azúcar
A veces no necesitamos levadura para que suban, como por ejemplo cuando hacemos un bizcocho solo con claras (Como el "Ángel food" por ejemplo)
Son menos esponjosos pero se resecan más.
PESADOS: Los que incorporan algún tipo de grasa como aceite, margarina, mantequilla etc...
No son tan esponjosos como los bizcochos ligeros, pero en cambio no se resecan tanto, así que no hace falta que los bañemos tanto en almíbar a la hora de rellenarlos.
Necesitan algún tipo de impulsor (como la levadura por ej.) para que suban.
El decantarse más por uno o por otro es cuestión de gustos o de si preferís utilizarlos para una tarta, comer tal cual sin rellenar...
A Jose por ejemplo le gustó mucho este.
Yo quizá soy más de los ligeros, pero la verdad, creo que en la variedad está el gusto así que ¿Por qué no probarlos todos???
120 ml. de aceite de oliva
100 gr. de fécula de patata (Si no tenéis, la podéis sustituir por Maicena o si no poner los 300 gr. de harina)
Batimos los huevos con el azúcar durante varios minutos, para que se pongan muy esponjosos y doblen o incluso tripliquen su tamaño.
A mi me gusta utilizar la batidora de varillas, suben muchísimo.
Después añadimos la vainilla, la leche y el aceite y seguimos batiendo.
Mezclamos la levadura con la harina y la fécula de patata, lo tamizamos todo y lo vamos añadiendo poquito a poco con movimientos envolventes para que la mezcla no pierda aire.
Echar la mezcla en un molde que previamente habremos untado de mantequilla y espolvoreado con harina.
Lo metemos al horno precalentado a unos 180º durante 35 o 40 minutos.
Cuando ya está listo (Cada una conocerá como responde su horno), lo sacamos, lo dejamos que enfríe un poquito antes de desmoldarlo y lo ponemos a que termine de enfriar en una rejilla.
Mientras el bizcocho se va haciendo, podemos meterle mano a las hojas de chocolate, ¿No os parece???
Ya veréis que fácil.
Las he visto en varios blogs, pero la forma de hacerlas la cogí del blog
WEBOS FRITOS.
La mayoría ya conoceréis este blog, pero los que no lo hayáis visto, os lo recomiendo, porque tiene unas recetas estupendas, las fotos de Mc son increíbles, y las explicaciones de Su son tan claras, que es imposible que algo suyo os salga mal.
En fin, que procediendo según su método, me limité a coger algunas hojas que tuvieran los nervios bien marcados. En este caso cogí de rosal.
Lo primero de todo es lavarlas bien y secarlas.
En un microondas ponemos una tacita con dos o tres pedazos de chocolate especial para postres y los derretimos (Tened cuidado de que no se queme. Otra opción es derretirlo al baño maría removiendo bien con una cuchara o espátula).
Una vez derretido el chocolate, pintamos con un pincel la parte del revés de las hojas, donde se marcan los nervios (sin poner un emplasto, simplemente una capa ligera pero que cubra).
Las ponemos en un platito y las metemos en el frigorífico durante una hora.
Pasado ese tiempo, volvemos a ponerle con el pincel otra capita de chocolate y las volvemos a meter otra hora en el frigo.
Pasada esa hora, las metemos 5 minutitos al congelador para poder manipularlas mejor.
Ahora viene la parte donde hay que trabajar despacito: Con cuidado, quitamos las hojas auténticas para dejar solo las de chocolate. Es importante tirar de la hoja de verdad, que es flexible y no de la de chocolate, que se partiría.
Ya solo nos queda cortar el bizcocho en dos capas, calarlo un poquito con almíbar, rellenarlo con la mermelada de fresa (O la de vuestro sabor favorito), pintar los laterales con ganaché de chocolate (Ya sabéis, chocolate fundido con nata), espolvorear por encima azúcar glass y colocar las hojas como más os gusten.
Os aseguro que triunfareis.